Poseedor de una innata sensibilidad, Jorge Valdéz nació en Buenos Aires, más precisamente en el porteño barrio de Villa Urquiza.
Desde pequeño comenzó su encuentro con la música pues a los diez años de edad la madre lo induce a tomar clases de piano. Sus dotes interpretativas y una gran personalidad le permiten progresar rápidamente en sus estudios y es así que cinco años después, se presenta, en cuatro ocasiones, en el programa de radio El Piano en la Argentina.
Sin embargo, su mayor pasión era el canto y comenzó a “despuntar el vicio” cantando en reuniones familiares y de amigos, para luego transitar las calles y los boliches de su ciudad, llevando como único equipaje su voz.
Leo Mario Vitale (su nombre verdadero) había alcanzado la fama de la mano de Juan D’Arienzo, con quien llegó a realizar más de 150 grabaciones, además de numerosas giras por el país y el extranjero.
D’Arienzo lo hizo debutar oficialmente en 1957; Carlos Lázzari, bandoneonista de la orquesta, lo había descubierto un año antes en el cine Aconcagua de Villa Devoto, donde el joven Vitale tenía un número vocal. Pero sus primeros tiros no fueron vocales sino instrumentales: su madre lo indujo a estudiar piano desde los diez años y a los quince intervino como solista en un programa de Radio Splendid.
Con D’Arienzo inició una larga lista de éxitos, entre los que brillan “Chirusa” (uno de los mayores booms de los años 60), “La calesita”, “Andate por Dios”, “Remembranzas” y “La casita de nácar”. En 1966 Jorge Valdez comenzó su etapa solista, primero acompañado por la orquesta de Osvaldo Requena y luego por diversos conjuntos más chicos.
En abril de 1990, Jorge sufrió un serio accidente automovilístico en el tramo habilitado de la nueva autopista Buenos Aires–La Plata, a la altura de Dock Sur. En este incidente sufre diversas heridas y es llevado al hospital Fiorito para su atención. Le cosen la lengua que había sufrido un corte muy profundo y luego de un largo trabajo de rehabilitación supera el mal trance.
En ese entonces Jorge se mostraba muy desanimado y con deseos de abandonar el canto. Son sus amigos quienes lo alientan a seguir y logran que se someta a nuevos y exigentes ejercicios de reeducación y foniatría.
Vuelve a actuar en el Rincón de los Artistas, clásico reducto tanguero ubicado en Álvarez Jonte y Boyacá, pero él siente que ya no es el mismo. Tanto es así que un día al bajar del escenario, molesto por no escucharse bien, le dijo a sus compañeros: “Estoy engañando a la gente. Esto no es lo que yo quiero”.
No obstante ello, Jorge continuó con los trabajos de reeducación, hasta lograr colocar nuevamente su voz a la altura de su registro normal, lo cual no le resultó sencillo, pues su estilo le exigía muchísimo esfuerzo. El era un cantante de registro alto y no un “diseur” acostumbrado a musitar las letras. Sus innatas condiciones técnicas y su gran fuerza de voluntad lo ayudaron a dejar atrás el mal trance y reinsertarse en el mundo del canto.
Sus discos, desde la época en que actuó junto a D’Arienzo, ganaron al pueblo hermano de Colombia, quien lo convirtió en ídolo y sus actuaciones en teatros, coliseos y plazas de toros, aún hoy son recordadas con cariño y admiración.
Años después, trató recuperarse de la angustia que le causó el fallecimiento de su esposa Laura y no obstante contar una vez más con el apoyo de sus amigos y el entrañable cariño de su hija, en lugar de luchar, se dejó estar y entró en una profunda depresión.
Continuó actuando en reductos tangueros de Buenos Aires, Mar del Plata y Tucumán, pero ya no era el mismo y así, con su corazón destrozado sentimentalmente, falleció en el Sanatorio Colegiales de Buenos Aires, como consecuencia de una afección hepática, el 21 de febrero de 2002 a los 70 años de edad… una voz única!
Comparto este tangazo, con la orquesta del Maestro D’Arienzo: Remembranzas… qué preciosura